Nacida en otoño, cubierta de nieve

Sus ojos son grandes y redondos, pero cuándo sonríe, se vuelven dos ranuras dulces de alegría. Su boca posee dos labios gruesos, capullos rosados de primavera. Sus dientes son blancos y sólo se mueven para decir palabras amables.

Su corazón grande y fiel, hace que me estremezca cada que, con una acción que la dañara incluso a sí misma, hace lo que es correcto.

Ella hace palpitar mi corazón de alegría, pero también de tristeza.

La he visto llorar a causa de un hombre que no soy yo, pero nada puedo hacer. Ella, su espíritu, su corazón y sus sentimientos, son más fieles que las de cualquier otra mujer.

Ella es mi estela de ternura. Mi manto blanco, suave de fulgor.

Ella es esa cúpula de nieve dónde me pierdo cada invierno. El montón de hojas secas, marrones, dónde duermo la siesta a mitad de otoño. La tristeza que se almacena en mi corazón y depura, cuándo la veo sonreír.

Ella es todo eso y más.

Ella es mujer. Es joven, es tierna y jovial.

Sus manos tersas se deslizan lejos de mí, en un rechazo que considero demasiado amable. Pero yo he de estar aquí, esperando que el otoño pase, que la nieve se derrita.

Y ella vuelva a sonreír.