lunes, febrero 03, 2014

Tercer día

—¿Cuál es el título?

—No lo sé. Sólo recuerdo que tenía una imagen relacionada al fuego, y era la continuación de otra novela con portada verde, de unos ojos color azul y una espada.

La chica se quedó confusa, sin saber que hacer. Había visto miles y miles de portadas, ¿cómo recordar con precisión una en especial?

—Maxalime—la llamó su jefa—¿por qué no vas a la otra sucursal a buscar libros con portadas parecidas?

Aquella "sugerencia" tan amable, era en realidad una orden, disfraza de modo inteligente para sonar dulce frente a los clientes. Rie, maldiciendo mentalmente a su jefa, sonrió a la clienta y salió de la línea de dependientes, entonces salió de la tienda y a paso rápido, marcó su camino hacia la otra sucursal.

Cuándo llegó y abrió la puerta, esta hizo un sonido simpático, la encargada iba a voltear, sonriente y decir "bienvenido", hasta que notó que se trataba sólo de su compañera de trabajo, entonces sus muecas amables desaparecieron y su piel se arrugó en disgusto.

—AH. Eres tú.

—Si, gusto en verte. ¿No tendrás algún libro con portada que haga referencia al fuego y sea el volumen dos de alguna otra novela de nombre noséqué?

—Déjame hacer magia—dijo la mujer, y se volvió, dándose un clavado a los libros que tenía en los estantes.

Maxalime vagó por su cuenta en la tienda, había libros muy buenos que quería comprar, pero estaban lejos del alcance de su cartera. Lanzó un suspiro, pero alguien más le ganó. Por dos segundos. Ella volteó, y encontró a un hombre alto, de lentes oscuros, husmeando precios cómo ella misma siempre lo hacía.

—Son caros, pero valen la pena—dijo ella, sin pensarlo mucho.

El chico, sorprendido, miró en su dirección y sonrió. No dijo nada en respuesta.

—Aquí están—anunció Yukumi, dejando caer anchos volumenes, todos de portada roja, refente al fuego—no sé cuál sea el que el cliente busca y no me importa. Eso ya te toca a ti.


—Si—farfulló ella, tomando uno a uno los tomos y acomodándolos sobre sus brazos.

Antes de que terminara, el chico, el único cliente, se acercó.

—Quiero este libro, por favor.

Rie vio entonces la portada de uno de sus libros favoritos. Uno de Jonh Katzenbach.

—Ese está genial. Te encantará.

El chico, con expresión confundida, respondió:

—Lo sé. Ya lo leí.

Rie sonrió.

—Más que mejor. Está genial, ¿verdad?

Él asintió, y no volvió a decir nada.

—Ya me voy, entonces.

Yukumi asintió, pasando el libro de Jonh por el rayo lector de códigos de barras.

Rie abrió la puerta y siguió su camino.










Los libros pesaban contra su brazos débiles, lanzó un quejido y los empujó hacia arriba.

Al dar la vuelta en una esquina, sus ojos parecieron brillar. Un chico de porte alto, vestido casualmente, llevaba una bolsa de plástico color verde, de dónde se podían apreciar fresas frescas con buena apariencia. Rie apenas pudo mirarlo un poco, a pesar de querer hacerlo cuanto pudiera, pero el chico resultaba demasiado hermoso y le provocaba pena.

Pasaron uno al lado del otro, los ojos del chico no se detuvieron en ella, cruzaron caminos y siguieron su rumbo. Rie volteó levemente y logró verlo antes de que él desapareciera, dando vuelta a la esquina, por dónde ella había venido.










—¡Ya llegué!

—Sé que eres lenta, pero siempre estás superándote—la regañó disimuladamente Yas, su jefa—la clienta ya se ha ido.

—¡¿Eh?!

—Sigo aquí—interrumpió la chica, regresando la paz a Rie, quién sólo quería poner las manos alrededor del cuello de su jefa y apretar con suavidad.

—Era broma—anunció Yas, simplemente, con sonrisa malévola en los labios, cómo siempre.

—¡Ah!—gimió Rie, volcando los volúmenes de fuego sobre el mostrador—aquí están.

La clienta se inclinó sobre los libros, dando un vistazo pequeño a cada uno, volvió a una posición erguida y movió la cabeza, en una seña negativa.

—No. No es ninguno de estos.

Ahora era a la clienta a quién quería acariciar suavemente por el cuello...

—Disculpen—llamó una voz masculina—estaba buscando un libro en la otra sucursal, pero no estaba allí, entonces me dijeron que viniera.

Las tres mujeres se sobresaltaron, tomadas por sorpresa.

El chico que Rie había visto en la otra sucursal llevaba una bolsa con el logotipo de la librería, dentro, el libro de Jonh adquirido recientemente, esperaba. Envuelto en su empaque justo de plástico.

—Si. ¿Qué libro buscaba?—preguntó Yas, y Rie notó el tono dulce y casi coqueto de su voz.

El chico miró hacía abajo, hacía los libros traídos por Rie para la otra clienta.

—Oh—exclamó, cogiendo uno—es este.

Fire, de Kristin Cashore.

—Wow, ¿vas a leer ese?, yo también lo estaba buscando.

Tanto Rie cómo Yas alzaron las cejas, el chico asintió amablemente, se acercó a pagar el libro, pero en lugar de efectivo sacó una tarjeta de crédito y una identificación.

—Acepta tarjeta de crédito, ¿verdad?

Rie iba a responder pero su jefa se le adelantó.

—Así es—y recibió ambas tarjetas, tecleó algo con rapidez y confirmó—¿señor Shim ChangMin?

—Si.

Pronto el pago estuvo hecho y el chico salió de la librería, con una bolsa más colgando de los dedos de la mano derecha.

—Era tan guapo—farfulló la clienta, quién aún no había adquirido nada.

—Cómo sea, ¿no vas a comprar nada?—cuestionó Rie, quién recibió una mirada amenazante de su jefa, pero cómo estaba tan acostumbrada, no le importó.

—Olvide lo que quería comprar—comunicó a su vez la chica—¿tienes sistema de apartado?

—Si. Rie, atiende a la señorita por favor.

"Eso me hubieras dicho con el chico guapo", se quejó mentalmente ella, se pasó del lado interior del mostrador y habló a la chica:

—¿Qué libro y a que nombre quieres que lo guarde?

Fire. El mismo que se llevó el chico. Mi nombre es Carol.

Rie anotó y la chica salió con prontitud, cuándo la tienda estuvo vacía de clientes, el teléfono sonó, Rie contestó y el grito de una voz conocida sonó, torturando sus oídos.

—¡He visto a un chico guapísimo!

—Bien, lo entiendo. Pero no hay necesidad de gritarme en el oído, Yukumi.

—Era tan hermoso, tenía los ojos pequeños, rasgados y tan dulces, ¡aah!

—También vimos a un chico guapo, pero él tenía los ojos grandes, risueños.

—¡Ah!, yo también vi a un chico así, el mismo que estaba cuándo viniste.

—Era el mismo.

—¡Entonces yo vi dos chicos guapos hoy y tú sólo uno!—clamó, victoriosa.

Rie iba a quejarse, pedir piedad y rogar porqué su amiga y compañera de trabajo no fuera tan cruel, pero entonces recordó.

—Oye—llamóel chico guapo que viste, el de los ojos rasgados...¿llevaba una bolsa de fresas?

El quejido pequeño, inconforme a través de la línea, le confirmó todo.

1 comentario: