jueves, noviembre 07, 2013

Sombrilla roja

La sombrilla roja, pequeña, escondida en el fondo del bolso de viaje.

Caminas, sin prisa alguna, porque es otoño, porque hace frío, porque has terminado ya tus deberes contigo mismo y con los demás, y porque no hay nadie esperando en casa. Excepto quizá, tu gato. Aunque si espera por ti o no, eso bien podría ser un tema a debatir.

Las nubes han estado todo el día grises, amenazando con dejar caer una lluvia purificadora a veces repentina y cruel sobre el mundo. No le has dado mucha importancia. Eres precavido, llevas en tu bolso una sombrilla plegable desde antes de que en las noticias se anunciaran posibles lluvias.

No hay porque preocuparse, realmente.

Tu vista comienza a ser interrumpida por destellos transparentes que caen sobre el empedrado, pequeñas estrellas fugaces llenas de valentía, cuya corta vida termina, estampada contra el piso.

Está lloviendo.

Con un suspiro sin cansancio, hurgas en tu bolso en busca de la sombrilla, la encuentras sin mucho esfuerzo, y la expandes. Tu figura está protegida ya, y reinicias tu caminar.

Por debajo de la protección color rojo de la sombrilla, miras con atención a las demás personas en la calle. La mayoría está cubierta al igual que tú, y sus rostros no son visibles.

<<Bastante precavidos>>, piensas, y al regresar tu mirada al frente, reconoces las dulces facciones de un hombre joven.

Esta abrazándose a sí mismo, empujando hacía su cabeza un poco de su suéter gris, en un intento por evitar el agua que cae.

Él te pasa de largo, no te ha visto.

Con rapidez lo alcanzas y cubres su cabeza de cabellos negros con tu paraguas. Sorprendido, él voltea.

—JunSu—dice tu nombre, con felicidad.

Sonríes, muestras una pequeña sonrisa perezosa pero real.

— ¿A dónde vas?

Él parece renuente a decirte, lo sabes por la forma en que ha apretado los labios, y sus ojos nerviosos moviéndose sin caso alguno.

—No importa a dónde vayas. Yo te llevo—terminas por decir, comenzando a caminar hacía la dirección en la que él iba.

Opuesta a la tuya.

—JunSu, ¿a dónde ibas tú?

La pregunta simple hecha con tanta seriedad, te incomoda. Pero sabes bien cómo no decir la verdad.

—A ningún lugar en especial. Sólo perdía el tiempo así que no te preocupes, me sentiré mejor haciendo algo útil por ti.

YunHo duda un poco, pero al fin comienza a caminar, junto a ti.
















La lluvia es suave, amable, y romántica.

Bajo la sombrilla ustedes no dicen nada, no preguntan por la vida del otro ni cómo ha estado el trabajo.

Él es un pintor sin fama alguna, demasiado joven cómo para llamar la atención de críticos importantes, y demasiado necio cómo para intentar otra cosa.

¿Tú?, tú eres un empleado de una cadena de bancos. Con un empleo lleno de números y pocos altercados interesantes. Pero está bien. No lo odias, por eso está bien.

A veces te gustaría preguntarle; ¿Qué tipo de cosas te gusta pintar?, ¿Cuál es el color que más usas?, ¿Por qué te gusta tanto pintar por sobre todas las cosas?, ¿Cuánto te tardas en hacer un cuadro?, ¿Me pintarías alguna vez?

Pero nunca preguntabas.

Ustedes eran de círculos distintos, aunque quisieras no entendías de tonos, de lo delicado que es el óleo o las partes que se deben pintar primero.

Así cómo él tampoco entendería lo importante que es tener los dígitos correctos de una cuenta bancaria.

Inmerso en tus propios pensamientos, su presencia a tu lado se hizo casi inexistente, seguían caminando, y llegaron a una intersección en la cual sin pensar diste vuelta, al volver la mirada, lo viste. YunHo se había detenido frente a la cafetería que se encontraba en medio de las dos calles, pequeñas gotas caían sobre su cabeza.

— ¿Qué pasa?

—Este es mi destino—dijo él.

Destino.

Odiabas a veces su forma de hablar, tan dramática y trágica, cómo si en realidad se refiriera a otra cosa en lugar de haber llegado al lugar al que quería llegar.

Te acercaste, cubriéndolo nuevamente en tu protección.

—Bien. Deja que te conduzca dentro.

Él te siguió sin oponerse. Cuándo su cuerpo estuvo resguardado bajo el techo de madera de la cafetería, bajaste tu sombrilla, deseando luego, no haberlo hecho.

—YunHo.

Un hombre delgado de aspecto inusual se acercó a ambos, pero saludó sólo a YunHo, sus ojos parecieron encerrar a YunHo entre sus irises. Cuando te notó, sonrió, pero no dijo nada.

—JunSu, él es JaeJoong—anunció YunHo.

Ofreciste tu mano al desconocido, quién sólo la miró cómo si le estuvieras ofreciendo el más raro de los gestos. Comprendiendo que nadie estrecharía tu mano, la bajaste, y con una sola inspección a su apariencia, lo supiste. Era un chico del círculo de YunHo. Un “artista”, pintor también quizá, y probablemente de aquellos que tenían muy raras costumbres y creencias.

JaeJoong no se disculpó. Únicamente sonrió, cómo un adolescente sin ningún tipo de inquietud.

YunHo se lamió los labios, incómodo.

Sabías que debías irte, ¿quién te había pedido venir, después de todo?

Pero antes de que pudieras despedirte, antes de que las palabras emergieran de tu boca abierta, regresó a tu mente.

Una tarde, una de tantas con YunHo. Una de tantas que antes, tenías con YunHo.






La pintura se extendía por el pincel con parsimonia, YunHo sólo tenía ojos para su cuadro, a pesar de que JunSu estaba en la habitación no lo había volteado a ver ni a dirigirle la palabra durante los últimos cuarenta minutos. JunSu esperaba, pacientemente.

Cuándo al fin YunHo suspiró y bajó sus pinceles, JunSu se atrevió a hablar.

— ¿Quién es?

YunHo detuvo todos sus movimientos y miró con cuidado su propia pintura, cómo si él mismo no supiera lo que estaba creando.

La figura de un hombre delgado, con el pecho descubierto, el cabello largo y dorado y en una posición en cuclillas se exhibía en la tela antes blanca. Unas apenas visibles alas blancas emergían de su espalda.

—Es mi ángel—terminó por responder YunHo, con una sonrisa infantil de satisfacción—tal vez algún día…él esté conmigo.

Lo último fue susurrado, pero JunSu igual escuchó.

Y desde entonces no volvió a ir al departamento de YunHo, evitando los demás cuadros que siguieron a aquel, llenos del rostro celestial del ángel que YunHo había creado para sí mismo.

Creado. Si, al menos eso es lo que JunSu pensó.






Las facciones del ángel, y las facciones de JaeJoong eran las mismas.

JaeJoong era el ángel de YunHo.

Sin querer, una sonrisa desagradable se pintó en tu boca.

Por eso YunHo no quería que vinieras.

Pusiste de nueva cuenta la sombrilla sobre tu cabeza, y sin decir adiós a ninguno de los dos, te fuiste.

Recorriendo aquel camino que habías cruzado junto con YunHo, apenas hace unos momentos.

















Al entrar, tu gato se restregó contra tu pierna, ronroneando.

Primera vez que hacía eso. Conmovido, le rascaste por detrás de las orejas, dejando antes botados saco y bolso.

Luego de las demandadas caricias de tu minino, pusiste a trabajar la cafetera, y cuándo estuvo lista una taza, la tomaste entre manos y fuiste a sentarse al lado de una de las grandes ventanas de la casa.

Bamie, presuroso, se acostó sobre tus piernas, encontrando prontamente una posición cómoda. Así pasó el tiempo. Las gotas resbalando por el cristal de las ventanas, en tu mente ningún pensamiento te afligía, pero porque así lo querías. No deseabas pensar en nada, no, no aún al menos. Bamie se estiró sobre tu regazo, y le acariciaste el estómago.

Sin saber cuánto tiempo habrá pasado, estuviste en la misma posición, viendo las gotas caer sin beber ni un sorbo de café. Cuándo al fin te levantaste, la bebida estaba helada, y Bamie satisfecho de dormir.
















El día laboral había terminado ya.

Hacía calor, así que desabrochaste los primeros dos botones de tu camisa, cuándo ibas a dar un paso, YunHo se apareció frente a ti con una expresión neutral.

—Hola—saludó.







El lugar, en todos esos meses, no había cambiado para nada.

Las pinturas regadas sin ton ni son, pinceles con las puntas rebosantes de pintura posteriormente usada en algún cuadro, y cuadros apilados, formando grandes montañas en las esquinas del departamento.

Cuándo YunHo deslizó una taza de té entre tus manos, recordaste que te habías propuesto no regresar a aquel lugar, consciente de lo difícil que era ir y no tener que soportar al menos de un vistazo de los múltiples cuadros de JaeJoong el ángel.

Pero paseaste la mirada, incapaz de hacer más si no querías ver a YunHo.

Cuadros de animales, de la naturaleza, cuadros abstractos, líneas de color descendientes en tonos, pero ningún ángel. Estuviste tentado a preguntar, pero la imagen que notaste a lo lejos y que llamó tu atención, tal vez lo explicó todo.

En el cuadro JaeJoong el ángel tenía las alas vueltas negras, y rotas, destrozadas en realidad, y se podían notar las manos de alguien; el culpable de aquello. Alguien arrancaba sin piedad una a una las plumas de las alas de JaeJoong, quién sólo mostraba una expresión seria e inexpresiva, sin ningún tipo de dolor, cómo si no le interesara en absoluto lo que estuvieran haciendo con sus preciosas alas.

—Resultó un hijo de puta, ¿eh?

El ambiente se tensó. Si, habías dado en el blanco.

Con tus dedos, delineaste las plumas caídas de las alas de JaeJoong, sonriendo un poco.

Definitivamente, ese era tu cuadro favorito de YunHo.

















El día había iniciado soleado, y casi asfixiante de calor, por ello resultaba inhumano que ahora un torrente demoniaco de agua estuviera cayendo sobre la ciudad.

Abrumado, inspeccionaste por enésima vez tu maletín, sin hallar nada. No habías traído tu sombrilla, confiado en que el día se seguiría tal cómo empezó. Sopesaste tus opciones, podías irte así, pero tu uniforme con seguridad se mojaría, y con tan mala suerte —que consideras, tienes— no alcanzaría a secarse para mañana.

¿Un taxi?, no, muy caro.

De pronto una sombra se alzó sobre ti; la seguridad de una sombrilla roja.

Miraste debajo del color, el rostro sonriente de YunHo te miraba.

— ¿Quiere que lo lleve a alguna parte?

Sonriendo, buscaste el dulce incógnito que la sombrilla ofrecía, y besaste los labios rosas de YunHo por sólo un momento.

—A mi casa, por favor—pediste, aun sonriendo.







Bamie recibió a YunHo con alegría. Alegría que no duró mucho porque el gato era extremadamente perezoso por naturaleza, y luego de repartir un poco de amor al conocido amigo, fue a echarse sobre su cama, con la cola balanceándose rítmicamente.

—Bamie ha crecido mucho—comentó YunHo.

—Lo viste la semana pasada, ¿qué tanto pudo haber crecido desde eso?

—Me refiero, espiritualmente—YunHo sonrió.

JunSu por un momento no supo cómo reaccionar, luego asintió y atrajo al hombre en un abrazo íntimo, depositando un beso en una de sus mejillas.

—Cómo tú digas—afirmó, queriendo consentirlo.

YunHo aceptó el gesto de buena gana, abrazando a JunSu con más fuerza.







YunHo y tú eran muy distintos.

Él creía en el aura de las personas, en que algunas han venido al mundo con un alma pura y otros con una oscura desde su nacimiento, imponiéndolos a ser buenos o malos según el caso, por naturaleza.

Tú creías en la buena educación y las buenas costumbres, en que el corazón puro o malo de una persona dependía de cómo había sido educada y el tipo de personas que había a su alrededor.

Sus filosofías de vida eran muy diferentes, tal vez demasiado. Eran completamente opuestas.

¿Cómo entonces, aquel chico que prendía incienso todas las mañanas, era también él mismo al que abrazabas durante toda la noche?

YunHo era respetuoso, por ende, era fácil conllevar su modo de pensar y de vivir, porque él respetaba el de las demás personas, incluido el tuyo.

Él escuchaba tus puntos de vista con respeto, y con respeto exponía los suyos.

Por eso no era tan difícil de entender tampoco que en las comidas, tú estuvieras rezando con ahínco, y él a pesar de no rezar, no iniciaba hasta que tú terminaras tus peticiones. Ese era YunHo.
















Las cuentas de la casa, las necesidades de Bamie, el pago por los alimentos, JunSu se encargaba de hacer las cuentas. No le era fastidioso, estaba acostumbrado a trabajar con números.

Sin embargo, últimamente los alimentos comprados, el agua y gas gastados, eran más. ¿La razón?, YunHo se estaba quedando con él, comiendo con él, bañándose allí mismo, durmiendo en su cama. Viviendo con él.

JunSu no se quejaba, había sido así cómo él lo había decidido. No quería tener que llevar sus cosas al desordenado departamento de YunHo y tener que jalarse los cabellos cada que notaba que le faltaba algo.

Hizo un rayón sobre el papel, descartando gastos innecesarios, cuándo YunHo se sentó a su lado en el sofá, recogió sus pies y se acurrucó a su lado, tenía —cómo casi siempre—, una taza de té entre las manos.

No dijo nada, sólo ofreció su presencia y su calor. JunSu sonrió, pensando en lo mucho que YunHo y Bamie se parecían.

—El costo por esta casa no es tan bajo como antes. Bien me convendría cambiarla por una con mayor tamaño—dijo JunSu, queriendo entablar una casual conversación.

YunHo se enderezó, pensando con rapidez.

— ¿Y por qué no lo haces? —comenzó, valientemente—yo podría entregar mi departamento y ayudarte en los gastos, además si la casa es lo suficientemente grande, mis cuadros podrían estar allí. Sin causar problemas—conforme hablaba la seguridad y el volumen de su voz bajó.

JunSu pensó por unos segundos.

— ¿Entregar tu departamento?, pero entonces...no tendrías un lugar para escapar.

YunHo no respondió nada, sólo recargó su cabeza en el hombro de JunSu, casi con timidez.

JunSu, entendiendo todo y por poco agobiado por la misma razón, acarició los cabellos negros, hundiendo sus dedos con ternura y masajeando el cuero cabelludo.

—De acuerdo.

















La casa era enorme, y muy bonita.

Tenía las altas ventanas que a ti te gustaban, un balcón precioso y patio trasero y delantero, tal como YunHo había querido.

Las cajas fueron llenando la casa vacía, los electrodomésticos ya estaban allí.

De una en una, o de dos en dos, la pila de cajas fue creciendo hasta que en el auto prestado por YooChun, no quedó nada más.

Cansados, ambos, YunHo y tú, se tiraron sobre el gran sofá que yacía a media habitación. Luego de un rato, los dos se incorporaron.

Tú a hacer una taza de café, y él, una de té.







— ¿Dónde pongo esto? —cuestionó JunSu, con una caja entre manos. Había llegado la hora de acomodar lo que había dentro de cada caja.

—Aún no estoy seguro, ponla en el estudio mientras tanto.

—Bien—JunSu siguió su camino, dispuesto a llevar la caja a la habitación que habían designado cómo estudio, pero tropezó contra otra caja que estaba en el piso, dejando caer los cuadros que resguardaba la que tenía en las manos. —Diablos—maldijo, y comenzó a levantar las pinturas de YunHo, se detuvo sin embargo, en una, que lo obligó a examinar con sumo cuidado la escena.

—Su, ¿estás bien?

YunHo había llegado a su lado, sin embargo JunSu no le contestó.

En la pintura, dos figuras yacían sentadas sobre una banca de parque, el pasto verde y sano bajo sus pies, y sobre sus cabezas, una sombrilla roja, el agua cayendo sobre ella, sobre la que protege a los amantes.

— ¿Somos nosotros? —preguntó JunSu, con un hilo de voz que en otras circunstancia lo habría avergonzado.

— ¿Por qué preguntas cosas obvias, idiota? —contestó YunHo, con un tono molesto que JunSu no le había oído jamás. YunHo era cuidadoso, tierno y sentimental, pero a pesar de ser así con las personas, se guardaba un poco para sí mismo, nada dispuesto a mostrarlo, porque le parecía “demasiado”.

JunSu volteó a verlo, YunHo tenía una ligera expresión molesta, pero sus mejillas estaban rojas.

JunSu sonrió, sin necesidad de nada más.

Levantó el cuadro, y lo puso en los brazos de YunHo.

—Este irá en la sala.

YunHo se le quedó mirando, sorprendido, sin saber que decir. JunSu le sonrió, se inclinó de nueva cuenta y levantó los demás cuadros.







JunSu se introdujo al cuarto, y YunHo ya no pudo verlo más.

Miró, por ende, al cuadro sobre sus brazos.

Lo había hecho en la intimidad de su departamento, y no había pensado nunca, en mostrárselo a JunSu, y este sin embargo ahora, quería que estuviera expuesto a media sala, para que todo aquel que los visitará lo viera.

Con un suspiro enternecido y un tanto resignado, colocó el cuadro justo en medio de la pared, y se alejó unos pasos para contemplarlo.

Una sombrilla roja. Dos personas sentadas a una distancia íntima, completamente cómodos con ello.

JunSu y él.

Bamie se acercó a sus pies, mirando hacia dónde él miraba, lanzó un maullido y YunHo lo levantó en brazos.

—Bonito, ¿eh Bamie?

Bamie maulló una vez más y comenzó a lamerse una patita, desinteresado en la pintura frente a él. YunHo rio, y luego suspiró.

Una idea se materializó en su mente, buscó entre las cajas la sombrilla roja, y cogió un plumón negro, cuándo JunSu regresó, lo encontró sentado sobre el piso escribiendo algo sobre el color rojo de la sombrilla.

— ¿Y ahora qué haces?

YunHo se levantó, dejando el plumón en una encimera y mostrando a JunSu lo que había escrito.



“Si quieres encontrar amor en un día lluvioso, no te olvides de mí”.



JunSu le golpeó la frente suavemente, y le besó los labios. Una sola vez.










3 comentarios:

  1. *O*
    Sencillamente hermoso y lindo y cursi y shadagsdhjgsadhgsahdgshagdhsgh♥
    Demasiado bonito~ Me encanto~ Más cuando JunSu vio el cuadro de alas negras de JJ fue tan hsgdhasdhsgahdghs♥

    Gracias~ *O* ♥♥♥~

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  2. Me ha gustado mucho,es muy tierno.
    Adoro el hosu,me gustan mucho juntos XD
    Sigue escribiendo asi de bien = )

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  3. Ew.. Estubo muy lindo , bueno Jaejoong era el angel de yunho al principio .. pero dejo de serlo .. que le habra hecho este ¬¬ ..
    pero bueno lo mejor de todo esque junsu .se quedo con mi baby :;3
    Att: Nahomy

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