viernes, octubre 28, 2011

하루

—Ella no llegara.

No tuvo que voltear para saber a quien le pertenecía aquella voz, sin embargo su cuerpo lo hizo en un puro reflejo.

Y ahí estaba.

Ataviado en una vestimenta simple, que le hacia ver únicamente encantador, siempre con la cámara en mano y una sonrisa que parecía nunca borrarse.

—Tú... ¿que haces aquí?

No era su intención el sonar agresivo, pero así fue como emergió su voz; impregnada de rabia y dolor.

KiBum solo le sonrió, bajando por si mismo los últimos escalones de la escalera eléctrica.

Se le asemejó radiante. Con el pequeño ramo de rosas a su costado, envuelto en aquella camisa a rayas blancas y negras que tanto le gustaba ver en su persona, con su tez limpia de toda la sangre falsa que le ponían encima en los rodajes, su cabello, agradable a la vista y suave al tacto.

Por que lo sabia, por que ya alguna vez lo había tocado. 

Era suave.

—Evito que la esperes por más de seis horas—YunHo se estremeció. La mención de la cantidad le hizo recordar tan rápido—ella no llegara, al menos no hoy por supuesto.

— ¿Que le hiciste? —lo tomó por el cuello de la camisa, provocando que sus rostros quedaran a la misma altura.

— ¿Yo?, no hice absolutamente nada malo, tan solo...

—Habla.

—La invite a dar un paseo, siendo un completo extraño, mas sin embargo ella aceptó encantada—hizo énfasis en la ultima palabra—y de esa manera perdió el tren que la haría llegar con su hermoso prometido.

Las facciones en YunHo no podían estar más contradictorias, por un lado estaba molesto y por el otro rotundamente sorprendido. Los sentimientos no se habían ido.

—No sabía que te gustaran las chicas fáciles, U-know...

— ¡No me llames así!, sabes que no lo soy más...—lo soltó, alejándose en el acto—desde hace mucho ya no lo soy.

— ¿Porque?, ¿solo porque tu noviecita prefiere a un actor de películas de acción que a un modelo?

Colocó una palma frente a su rostro para que parara.

—Basta KiBum, no toques temas que nada tienen que ver contigo.

— ¿Nada que ver?—el fotógrafo se acercó, buscando con su boca el cuello del otro—lo sabia—susurró alejándose.

— ¿Saber que?—en ese momento ya poco le importaba donde estuviera DaHae, sabia que estaba bien el problema era...ese tipo.

—Aún usas el perfume que te regale—la sonrisa en su rostro no pudo brillar más.

YunHo se quedó estático.

Esa sonrisa todavía, podía mover su corazón a horizontes inimaginables.

—No es el que tú me diste, ese...se acabó—se sintió tonto, demasiado. Evitando la mirada de quien le había estado rogando por mucho tiempo.

—Pero te compraste uno nuevo por que te gustó, ¿cierto?

No tenia caso negar eso, después de todo solo se trataba de un perfume, algo estúpido.

O no tanto.

—Si, es bueno, el olor es muy...

—Delicioso.

Poca resistencia había impuesto, muy poca, muy nula, muy nada.

Nada, nada.

No se había resistido en nada.

Las lenguas ansiosas se unieron, dándose a entender que se extrañaban, que se añoraban, que se seguían amando.

Fue como si todo ese tiempo hubieran estado esperando, para volver a rozarse.

Sentirse, amarse, morderse.

Durante el beso no hubo tiempo para pensar, no se necesitada, todo estaba bien si podían quedarse así por siempre.

Pero los momentos acaban, y ese era el instante exacto para finalizar aquel.

Cerraron los ojos mientras se iban separando, cuando los abrieran, todo existiría otra vez.

El odio, el dolor, la traición, y la responsabilidad.

YunHo iba a casarse en tres meses, y aquello no era algo que debía estar haciendo.

Pero lo hizo por que quería, por que lo necesitaba.

KiBum mordió sus labios guardando aquel sabor para siempre.

Ese final era su culpa.

Había sido él quien no queriendo aceptar que se encontraba enamorado, había alejado a YunHo cuando más feliz se encontraba.

Lo había abandonado, aunque en realidad lo seguía amando.

La última oportunidad había ocurrido ya hacia mucho tiempo, cuando YunHo lo cito en aquel restaurante para platicar, y quizá para volver a comenzar, supo el tiempo exacto que estuvo esperándolo, por que llego al lugar y estuvo vigilándolo hasta que se fue.

Seis horas, seis horas deseando ver llegar a un KiBum que siempre estuvo allí, escondido tras los arbustos.

Creyó que estaba haciendo lo correcto, YunHo nunca podría aspirar a lo que quería obtener estando con él.

No podría darle hijos, y ni siquiera estaba seguro de poder hacerlo feliz.

Había perdido.






—Tu prometida es muy bonita.

—Vaya que si.

Estaban sentados en una banca de la estación rodeados de nadie.

Los trenes habían dejado de llegar y todo estaba ya cerrado.

Pero no importaba, faltaba mucho para las seis horas.

— ¿Te la encontraste por equivocación, o estabas buscándola?

KiBum rio, YunHo sabia de lo que era capaz.

Pero no fue su intención, cuando comenzó a juguetear con la extraña fue por que estaba muy aburrido, y aquella chica con cara de arroz inflado parecía estarlo también.

Esa voz, esa voz fue la que lo hizo cambiar de opinión.

Emergiendo del teléfono de la joven, le indico que realmente era él, él.

YunHo.

—Buscándola, ya sabes. Ser hijo de un mafioso trae ventajas—ambos rieron.

— ¿Que hiciste para distraerla?

—Invitarla a dar un paseo, ya te dije. Un chico desconocido le habla bonito y ella solo se deja hacer, ¿no has considerado cambiar de prometida?

— ¿A un prometido?

Nuevamente rieron.

Aunque todo eso sonara a una nueva posibilidad, sabían bien que no la habría, que solo era una efímera caricia a los recuerdos. Recuerdos que ya nunca volverían.

—Se que te esta yendo muy bien.

—Si, gracias. Igual a ti, ¿no?

—No. Necesito a un modelo.

—Busca alguno.

—No quiero simplemente un modelo, quiero a ese modelo—el enlace de sus manos fue inevitable.

Si iban a recordar los hechos, ¿que más daba si recordaban también las caricias?

—Ese modelo ya no existe.

— ¿Y que tal la estrella de acción?, ¿a él si puedo fotografiarlo?

YunHo rio apretando su mano contra la de KiBum.

Siempre tan persistente.

—Puedes.

—De acuerdo.

Se alejó un poco, buscando una posición cómoda que le diera un plano perfecto.

YunHo no posó, hace mucho que ya no lo hacia.

Era como había dicho, ya no era el modelo, tampoco la estrella de acción.

Era la persona, la persona que seguía amando a KiBum.

Ni una sonrisa, ni una mirada, YunHo la persona fue fotografiada en toda su simpleza y asombrosa perfección.

— ¿Solo una?

YunHo se inquietó cuando su compañero soltó la cámara para que esta reposara sobre su pecho, colgando de su cuello. 

KiBum nunca fotografiaba solo una vez una cosa.

— ¿Sabes?, fotografié a tu prometida, muchas fotos. Pero yo...no me quede con ninguna, se las regrese.

No entendía nada, nunca lograba entender por completo a ese hombre.

—A mi no me importaba tenerlas, la única que quería, era esta—tocó con la punta de su dedo la nariz del Jung—una que necesitaba hace ya un tiempo.

Sus sonrisas se mezclaron entre la negrura que comenzaba a formarse.

Se sentían como si no se hubiera separado nunca.

—KiBum...—el escalofrió en su espalda no pasó inadvertido para ninguno, era la primera vez que YunHo le llamaba por su nombre—gracias.

— ¿Porque Yunnie?

—Por todo, y por nada.

Las sonrisas eran apagadas y brillantes al mismo tiempo, todo estaba bien.

Los ojos eran felices y cristalinos por igual, radiantes, pero al borde de las lagrimas.

Los dedos también buscaron entrelazarse y el apretón se hizo más fuerte.

En ese momento eran personas, al día siguiente volverían a ser el fotógrafo profesional y el actor de películas de acción.

Pero en ese instante, en ese efímero retazo de vida, eran ellos, y sus sentimientos flotando por el aire.

Muy arriba.

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